Resumen
Luchando por procesar la repentina e inesperada muerte de su esposa, un joven padre pierde el control de la realidad cuando una presencia aparentemente maligna comienza a acecharle desde los oscuros recovecos del apartamento que comparte con sus dos hijos pequeños.
Benedict Cumberbatch vuela alto y nos arrastra a un duelo brutal, poético y necesario
Rara vez una adaptación cinematográfica asume el riesgo de abordar una obra literaria tan experimental y emotiva como El duelo es esa cosa con alas de Max Porter. ESA COSA CON ALAS (The Thing with Feathers), el debut en la ficción del director Dylan Southern, no es una película sencilla; es un ejercicio de traducción poética que busca dar cuerpo y voz al dolor inarticulado. Programada para estrenarse en una fecha tan simbólica como el 31 de octubre, la cinta promete ser un drama psicológico con tintes de terror, explorando la brutalidad, el absurdo y la inesperada ternura que acompañan a la pérdida. A través de un uso audaz del simbolismo y una actuación central poderosa, Southern intenta capturar la esencia de la novela: la llegada de un Cuervo mítico para convivir con un padre y sus dos hijos pequeños tras la muerte de la madre. El resultado es un retrato íntimo y claustrofóbico que, aunque estilísticamente distintivo, lucha por equilibrar la abstracción lírica del original con la necesidad de una narrativa cinematográfica.
Análisis de Trama y Contexto
Esa cosa con alas (The Thing with Feathers) es el debut en la ficción del director Dylan Southern, quien se enfrenta a la monumental tarea de adaptar la aclamada y profundamente poética novela corta de Max Porter, El duelo es esa cosa con alas (Grief Is the Thing with Feathers).
La trama es, en su esencia, un retrato íntimo y crudo del duelo. Tras la inesperada muerte de su esposa y madre, un joven padre (conocido solo como «Padre» en el texto original, interpretado por Benedict Cumberbatch) y sus dos hijos pequeños («Los Chicos») quedan sumidos en el caos emocional. La película se adentra en el hogar familiar, un apartamento de Londres que se convierte en un escenario claustrofóbico de pena y confusión. La narrativa adopta un enfoque no lineal y casi onírico para reflejar la desintegración de la realidad del protagonista, lidiando con el dolor, la responsabilidad parental y la amenaza de una presencia física y metafórica: el Cuervo.
El contexto de la adaptación es crucial. La novela de Porter es vanguardista en su forma, utilizando el lenguaje de manera experimental (poesía, prosa, cómics, tachaduras) para expresar lo inexpresable del dolor. La película de Southern busca traducir esta inventiva literaria a herramientas visuales y sonoras, un desafío que enfrenta con valentía pero con resultados desiguales.
La Metáfora del Cuervo
El corazón de la película reside en la encarnación del duelo: el Cuervo. Este no es un simple animal, sino una figura mitológica, chamánica y, a menudo, aterradora, que irrumpe en la vida de la familia el día del funeral.
El Cuervo actúa como un catalizador y un narrador (siguiendo la estructura del libro, aunque de forma más sutil). Es la pena personificada: es grosero, invasivo, aterrador, pero curiosamente, también extrañamente reconfortante. Su presencia visual y sonora es poderosa, dominando la pantalla con un diseño gótico y una voz ominosa (en la versión original).
🕊️ El Cuervo es el espejo del dolor. Refleja la brutalidad, la fealdad y el absurdo de la pérdida, forzando al «Padre» a confrontar su trauma en lugar de reprimirlo.
La metáfora funciona mejor cuando se permite ser ambigua e inquietante. Sin embargo, en ocasiones, la película cae en la literalidad excesiva y el efectismo de terror, lo que algunos críticos han señalado como un debilitamiento de la poética sutil del material original. El Cuervo pasa de ser una abstracción profunda a un monstruo de película, diluyendo la fuerza emocional de la alegoría.
El Viaje de Superación del Duelo
La película sigue el ciclo del duelo: negación, ira, negociación, depresión y, finalmente, aceptación. El Cuervo permanece hasta que ya no es necesario, hasta que el dolor ha sido procesado.
La historia es un testimonio de la resiliencia familiar. Los hijos, a pesar de su corta edad, experimentan el dolor de forma diferente, a menudo más práctica o adaptativa que su padre. El «Padre» debe aprender a ser padre y madre, a llorar y a cuidar. Es un proceso de desgarro y reconstrucción. La conclusión, aunque agridulce, ofrece un atisbo de esperanza: la vida continúa, la pérdida deja una cicatriz, pero no destruye por completo.
Dirección
Dylan Southern demuestra una visión estilística distintiva. Filma en un formato casi cuadrado (Academy ratio), lo que intensifica la sensación de opresión y claustrofobia dentro del apartamento. Utiliza una paleta de colores cálida pero sombría, y una cinematografía que maximiza las sombras y los rincones oscuros, dándole un aire gótico.
Southern establece un tono gótico y opresivo desde el inicio, utilizando herramientas cinematográficas específicas para encapsular la sensación de ahogo del protagonista. El director y su director de fotografía, utilizan las sombras como un personaje más. La casa está perpetuamente envuelta en rincones oscuros, donde el Cuervo puede acechar. La iluminación es a menudo baja, cálida pero sombría, creando una atmósfera de intimidad incómoda y un constante estado de alerta que es propio del thriller psicológico.
El mayor desafío de Southern fue traducir la forma poética y abstracta de Max Porter. La novela utiliza tipografía, espacios en blanco y fragmentos de cómics. Southern intenta sustituir esto con El Uso del Cuervo, en lugar de dejar el dolor como una voz interior, Southern lo convierte en una entidad física, literalizando la metáfora. Aunque esto proporciona un potente impacto visual (el Cuervo es imponente y aterrador), es el punto de mayor debate crítico: ¿se pierde la sutileza del original al hacer la metáfora tan explícita? En muchos momentos, la dirección opera con la lógica de un cuento de hadas oscuro, donde las emociones toman forma. Otro aspecto a destacar son los Paisajes Oníricos y Flashbacks, donde el director intercala la tensa realidad del apartamento con fragmentos de memoria o pesadilla, utilizando una edición fragmentada y un diseño de sonido envolvente para reflejar el estado mental desintegrado del protagonista.
Sin embargo, el reto de traducir el texto experimental se siente en la irregularidad narrativa. Hay momentos de gran belleza poética y terror psicológico brillante, pero también recaídas en la repetición y lo explícitamente simbólico, que merman el ritmo y la fuerza emocional.
Interpretaciones
La traducción de la intensa y fragmentada prosa de Max Porter a la pantalla exigía un anclaje emocional inquebrantable, y la película lo encuentra en sus protagonistas. La elección del elenco fue crucial, pues recae sobre sus hombros la tarea de hacer creíble una situación intrínsecamente surrealista: convivir con una metáfora física del dolor. En este triángulo de duelo, la película se sostiene en la habilidad de los actores para transmitir la desintegración emocional y la posterior reconstrucción de una familia. El peso recae sobre el homónimo protagonista, quien debe navegar el caos interno mientras protege la fragilidad de sus hijos.
La película recae fuertemente sobre los hombros de Benedict Cumberbatch, y él se entrega por completo. Su actuación es conmovedora y entregada, transmitiendo el agotamiento físico y mental del dolor. Su rostro ojeroso y su mirada perdida son capaces de contar la historia por sí solos. Él ancla el drama y hace que los elementos más surrealistas sean creíbles. La dinámica de Cumberbatch con la criatura es tensa y a la vez extrañamente cómica en su desesperación. Logra reflejar que el Cuervo no es solo un monstruo externo, sino una parte de su propia psique, forzándolo a una confrontación brutal y necesaria. El actor lleva la carga dramática con una entrega total, sosteniendo los momentos más líricos y ambiguos de la dirección.
Los jóvenes actores, Richard y Henry Boxall, son igualmente destacables en su retrato de la inocencia interrumpida. Los gemelos ofrecen actuaciones notablemente matizadas. Su dolor no es histriónico, sino que se manifiesta en la confusión, el silencio y una adaptación casi estoica a la nueva y extraña dinámica familiar. Ellos son la razón por la que el Padre debe seguir luchando, y su presencia subraya la vulnerabilidad de la familia. Su interacción con el Cuervo es a menudo más directa y menos filosófica que la de su padre, sugiriendo una inocencia que acepta lo inexplicable.

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Conclusión
Esa cosa con alas es una adaptación valiente, estilísticamente audaz y profundamente sentida que funciona como un poderoso y, a menudo, incómodo retrato del duelo. Aunque a veces tropieza al intentar dar forma literal a la poesía abstracta de la novela, la fuerza de su metáfora central y la dedicación de Benedict Cumberbatch la convierten en una experiencia cinematográfica memorable y catártica, especialmente para aquellos que han experimentado una pérdida devastadora.
Lo Mejor: la interpretación de Benedict Cumberbatch. La poderosa y original metáfora del Cuervo. La atmósfera gótica e intensa.
Lo Peor: La ocasional literalidad excesiva de la metáfora. Cierta repetición narrativa que afecta el ritmo.
Nota: 7’5
A continuación os dejamos el tráiler de la pelicula que ya podeis ver desde el viernes en cines




